Mi mente regreso a 29 años atrás y, desde allí, recordar.
En medio de esto se me regalo una imagen.
El tiempo no existe y recuerdo como ayer el momento de mi primera conversión. Sin méritos propios entregué lo que poseía a Aquel que tenia sed de mi. Claramente lo recibió en sus manos, pero yo seguía creyendo, hasta hoy, que era mío. Durante décadas Él se dedicó a darle forma, a romperlo, cincelarlo, abonarlo, transfigurarlo, templarlo, ablandarlo, a elevarlo al cielo y sumergirlo en las profundidades y, llegado un momento, me desentendi de el. Estaba en buenas manos. Por eso me extraño que esta reflexión llegase en este tiempo a mí.
Pero llego y quise una respuesta. Pedid y se os dará, dicen.
La imagen de mi corazón, ya no solo en sus manos sino desapareciendo en SUS llagas y, así, introduciéndose en Él, no se me olvidará jamas.
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