martes, 16 de septiembre de 2014

Dios nos bendiga!

Hoy se celebra el Capítulo General de la que fuera mi orden religiosa por años (O.C.S.O.) en la ciudad de Asís.
Cuando el espíritu cumple su verdadera función y traspasa la ley, encuentra Unidad, Ser, Realidad. Encuentra su misión y vocación. Despliega las alas con madurez y, convertido en Testigo, vuela al encuentro de su Señor.

HOMILÍA DE DOM EAMON, CAPÍTULO GENERAL 2014,
MISA DE APERTURA
Asís, 11 de septiembre, 2014
El Evangelio de la Misa de hoy nos enfrenta con la magnanimidad de Dios, y nos muestra hasta qué punto sus pensamientos están por arriba de nuestros pensamientos, y sus caminos por arriba de nuestros caminos. Es un mensaje que podría desanimarnos, y llevarnos a desesperarnos de nosotros mismos y hasta de Dios, si nos enfocamos demasiado sobre nuestras propias limitaciones. Nosotros, que a veces se nos hace tan difícil ser amables o pacientes, o perdonar a nuestros hermanos, somos llamados a amar, a bendecir, a orar por los otros, a prestar, a tener compasión, y hacer esto no sólo por un hermano sino por un enemigo, los que nos odian, nos maldicen, nos tratan mal, y hasta nos roban. Todo esto nos introduce, tal vez de manera algo tosca, a otro modo de ser, a otra manera de ver al mundo, a otra manera de vivir. La cortina se corre un poquito para permitirnos entrever cómo es Dios, para revelarnos algo del misterio de Dios.
Porque la verdad es que todos somos pobres ante Dios, y de esto el signo más claro es nuestra mortalidad.
Desnudos entramos en este mundo, y desnudos de él saldremos.
Ahora bien, a nosotros los pobres que hemos escuchado sus palabras, Jesús nos urge que sigamos su guión celeste. Pero él no sólo nos enseña, sino que también nos da un ejemplo de cómo es Dios en forma humana, de qué es ser verdaderamente humano como Dios lo desea, de qué es ser como Dios.
Por pobres que seamos, hemos sido bautizados en su Espíritu, y somos llamados a ser sus testigos en el mundo, no para demostrar qué tan buenos somos nosotros sino qué tan grande es Dios y cómo su gracia puede transformar nuestra debilidad humana y ayudarnos a hacer mucho más de lo que jamás podríamos pedir o imaginarnos. Reunidos aquí para este Capítulo General, recordemos en esta Misa del Espíritu Santo el más grande regalo que Dios nos ha dado: el Espíritu de su Hijo que nos hace gritar “¡Abba, Padre!” Pidamos que Dios suscite en nosotros su Espíritu para que dirija nuestros pensamientos y nuestras discusiones, nuestros intercambios y nuestras relaciones, para que juntos nos acerquemos más a la verdad y caminemos con mayor libertad y confianza por la senda de vida que Dios quiere para nosotros y para la Orden, para que seamos testigos de la bondad y de la misericordia en nuestro mundo.


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