De lo que trae, de lo que se lleva, de lo que permanece.
Y si bien todo es transitorio, hay personas, enseñanzas, luces, sentimientos, soledades, silencios, palabras y sentidos plenos que regresan.
Hace poco ha regresado a mi vida mi querido Thomas.
Thomas Merton me acompañó en mi vida pre monástica y me acompañó, con suma presencia, en mi vida monástica (en la literal y plenamente contemplativa ya que, aun, sigo siendo un contemplativo con un claustro tan amplio como el mundo mismo).
Me ayudó a moldear mis pensamientos luego que el mundo, la gente y la formación universitaria llenase mi mente. Fue uno de los instrumentos que utilizó el ALFARERO para pulir SU vasija, para vaciarla.
Aunque lo utilizó también para llenarla de una nueva visión. Una visión que no rompía la naturaleza de mi mente, de mi intelectualidad, sino que la asumía amorosamente y la guiaba hacia la LUZ.
Gradualmente fue cambiando las gafas, de aumento y de color, con las que veía a la existencia, a lo existente y al que ES. Suave e imperceptiblemente me llevaba a orar, a meditar, a dejar que el espíritu de AQUÉL que había ido a buscar a ese pequeño claustro (y a esa pequeña celda), me fuera inundando de a poco, transformándome, convirtiéndome.
Se ve que hoy vuelvo a necesitar conversión ya que, por esos caminos de la vida, ha vuelto a esta vasija. Bienvenido Thomas querido y permíteme compartirte con mis herman@s.
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