Los Terapeutas tenemos la oportunidad de que llegue a
nosotros, y a flor de piel, las verdades de la naturaleza humana.
La gente llega a una sesión con esperanza, ya que considera
que la terapia puede ayudarlas en sus dolencias internas.
Pero a veces no son conscientes que también traen a la
sesión sus propias barreras y defensas. Sus redes de creencias tóxicas, sus
fortificaciones internas y las propias incoherencias (elementos que los han
alejado de la plenitud que vienen a buscar).
Es cierto que todo ello es material a trabajar en la sesión
pero también es cierto que a veces se les olvida traer un elemento fundamental:
El deseo de AYUDAR.
El deseo de AYUDAR no es el que proviene de la queja ante
una dolencia, sino el que surge de la incorporación y el reconocimiento de la
verdad de un síntoma y la fuerza necesaria para la reparación que nos llevará a
la sanación.
Es la actitud de no esperar "magia" depositando la
responsabilidad de la sanación en la terapia y en el terapeuta. Es la actitud
de reconocer nuestra propia implicación en el proceso de sanación y la
necesidad de convertirse en un trabajador de nuestra interioridad, y
exterioridad, utilizando las herramientas que la terapia y los terapeutas nos
acercan.
Cuando las personas llegamos a los terapeutas con nuestras
creencias toxicas, nuestras fortificaciones y nuestras incoherencias solo para
depositarlas sobre el escritorio a la espera de que el terapeuta "haga
algo!", pues solo nos dan la posibilidad de realizar un "parche".
Cuando las personas llegamos a los terapeutas con NUESTRAS
creencias toxicas, fortificaciones e incoherencias con la disposición de
aprender "¿Qué Hago yo con esto?", pues allí estamos dando el
material más importante de la sanación: Nuestro deseo de AYUDAR a que nos
AYUDEN.
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