"Me parece una pérdida de tiempo esperar
que las cosas cambien desde arriba. Nunca lo han hecho. Incluso Dios tuvo que
hacerlo "desde abajo".
El motor de las personas cristianas ha sido siempre la relación personal con
Jesús de Nazaret. No tener miedo de tratarle, en palabras de Sta. Teresa, como
se trata a un amigo. De sentarse un rato al día con Jesús y mirarle en
silencio, dejar que nos mire. De observar con calma qué dice y cómo se comporta
en los pasajes evangélicos, como aconseja San Ignacio. La oración es la
fuente de la creatividad cristiana. Lo que nos mantiene vivas. En la oración
percibimos el polo receptivo de Dios, percibimos que espera algo de nosotras,
algo personal, algo que es distinto para cada una...
La transformación realizada por el Vaticano II es muchísimo más profunda de lo
que algunos imaginan y que la Iglesia post-vaticano II no podrá nunca regresar,
por mucho que algunos lo intenten, a la situación previa.
Ciertas formas severas de clericalismo eran antes del Vaticano II percibidas
como normales, hoy siguen existiendo pero son minoritarias: la mayoría del
pueblo católico percibe el clericalismo como algo disfuncional. Lo que ocurrió
con la recepción de la Humanae Vitae no tiene vuelta atrás.
La mayoría de los católicos actuales creen que hay cuestiones que deben dirimir
con la propia conciencia. No sé si se producirá un nuevo concilio de tipo
tradicional y jerárquico, pero sí sé que las asambleas participativas
proliferan y son un descubrimiento para muchos cristianos jóvenes y no tan
jóvenes.
En cualquier caso, me parece una pérdida de tiempo esperar que las cosas
cambien desde arriba. Nunca lo han hecho. Incluso Dios tuvo que hacerlo “desde
abajo”.
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