En estos últimos 10 días he recibido un hermoso regalo:
encontrarme con mi Dios a través de la mirada de un niño ya adulto. En los últimos 10 días he estado mirando las
antiguas películas religiosas: Jesús de Nazareth, Rey de Reyes, Los 10
mandamientos, Quo Vadis, El evangelio de san Mateo, Esther Reina de Persia,
Jose y sus hermanos, la Historia de Abraham etc. Esas películas que han quedado
en el olvido y que aun hoy siguen moviendo corazones gracias al invento de
youtube.
Siendo un niño lo mismo hacia. En la Argentina era común que
estas películas estuvieran en los canales públicos (los únicos existentes en
esas épocas).
Un pequeño Norberto se sentaba frente al televisor atrapado
por esas historias que aun no comprendía. Así año tras año hasta que ya esas
películas desaparecieron de la programación y Norberto se convirtió en un
pre-adolescente, pasando de verlas en blanco y negro a verlas en color. La
Anunciación y el nacimiento, los pastores y los ángeles glorificando eran mis
partes favoritas. Aun no comprendía el dolor y no podía comprender la Pasión.
Casi 40 años han pasado y Dios me ha hecho este regalo de
regresarme al pasado con la experiencia del presente. Aun comprendo la Anunciación
y el nacimiento pero comprendo mejor la infancia, la vida pública, el desierto
de la tentación, la predicación, la gloria del domingo de ramos, el dolor
emocional de vivir la comunidad del jueves santo, el dolor espiritual de
Getsemaní, el dolor físico del viernes
santo, comprendo la muerte, comprendo la oscuridad y el silencio del sábado y
la belleza, la gloria y el Amor de la Resurrección.
Lo comprendo como un adulto niño al que aún le faltan muchas
horas de televisión, de lectura, de escucha de la palabra, de práctica
evangélica y, sobre todo, le falta mucho más de conversión, compunción y
arrepentimiento.