martes, 20 de septiembre de 2016

Las Sin Cuenta Sombras de Norber

 ¿Soy la única persona del mundo que se dio cuenta que en el minuto 30:51 la película Las 50 Sombras ... se convierte en una comedia romántica?
Pero hay un mérito que le reconoceré siempre: ese primer encuentro, que culmina en el minuto 10:01,  me transmitió todo el erotismo, la perturbación, la adrenalina, el "feeling", la "química", etc que contadas veces en la vida se vive.
Estoy hablando de "esa" combustión espontanea.
Dos veces en la vida me ha pasado.
La primera vez, y aun al recordarlo ... LO RECUERDO, fue una sensación que aparece de la nada al encontrarse la mirada. Como la primera vez, en esta oportunidad, me convertí en la Anastasia de la historia. Entre las preguntas: ¿que es esto?, ¿que me pasa? ¡que vergüenza!, ¿quien es usted? ... que atraviesan la mente aparecen esas sensaciones corporales que no se sabe si gustan o no porque han desaparecido todas las categorías. No es deseo. Ha desaparecido la mente... ha desaparecido la emoción ...  y lo único que hay es ... un ansia.
Como "Anastasia" me quede sin palabras y simplemente me fui.
Me siguieron.
Se pusieron frente a mi y simplemente me dijeron "Hagámoslo".
En los 10 segundos que me llevo tomar la decisión frente a nosotros apareció todo el contenido completo del "hagámoslo". 
Dije que no ... y no me arrepiento.
Esa primera vez se me presento como una de esas manzanas rojas, brillantes, totalmente apetitosas y tentadoras. Pero dije que no porque había realizado un compromiso de fidelidad con otra persona.
En esos 10 segundos que me llevo  tomar la decisión aprendí dos cosas:  como valoraba la persona con la que estaba comprometido y como respetaba  mi palabra ... más allá de mi mismo.
La segunda vez la situación vario más que un pelin: ya conocía el nombre de la persona, había intercambiado 2 palabras y 2 mails. Fue en una reunión de trabajo, sentados en un sofá, a 50 cmts de distancia ...  6 horas de duración .
Pero en este caso fui "Christian": consciente y avasallante.
Esta segunda vez se me presentó como un apetitoso limón.
Cada vez que nos encontramos pienso la segunda mejor frase de la película:
"Te fxllxría sin parar hasta la semana que viene".
Pero se dice que cuando Dios te envía limones pues hay que hacer limonada y me di cuenta que es necesario demasiada azúcar para que eso acontezca.
Y, mas allá que el azúcar no hace bien a los dientes y al alma, me recuerda a la primera mejor frase de la película:
"Yo no hago el amor ... yo fxllx duro".



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