“No te harás imagen tallada…”
Ni de Dios, ni de nada. No retendrás a Dios en una imagen…
Sin embargo, cada palabra que pronunciamos sobre él
y cada nombre que le damos: Eterno, Señor, Padre..
se convierten en imágenes donde limitamos su vida, su
gloria, su amor.
“No te harás imagen tallada…” Ni de Dios, ni de otros.
Sin embargo, algunas palabras bastan para describir a una
persona, construir una reputación, forjarse una opinión, cincelar un retrato,
vaciar al otro en un molde.
Es fácil, tan fácil construirse una imagen del otro,
fiándose de las apariencias y de las habladurías,
quedándose con las primeras impresiones, concretándolo en un
episodio de su vida o en el fracaso de un encuentro.
“No te harás imagen tallada…”
Ni de Dios, ni de los otros, ni de ti mismo.
Porque cada uno forja su propia imagen.
¿Cómo entonces discernir el rostro bajo la máscara,
la fragilidad bajo la seguridad, la herida bajo la chanza,
la ternura bajo la frialdad?
Es difícil romper las imágenes que se han hecho de los
otros,
de ir hacia el otro y decirle:
“Es a ti a quien quiero encontrar y conocer,
y no la imagen que me han dado de ti,
y no la imagen que tú das de ti”.
Es difícil romper la imagen que los otros se hacen de
nosotros,
o que hemos querido dar de nosotros mismos,
o de ir hacia el otro y decirle:
“olvida las imágenes que tienes de mí.
Encontrémonos verdaderamente.
Conóceme tal, como soy “.
Nadine Heller, pastora. Communion Béthanie