martes, 16 de septiembre de 2014

Ya no es mío.

Hoy me encontré reflexionando sobre hechos usuales e inusuales de los últimos tiempos en mi vida. Hoy, suavemente, me encontré preguntándome donde estaba mi corazón. Las respuestas sobre las reflexiones me llevaban a el, pero, aquello que me parecía conocido, se encontraba con una luz que no había reparado hasta hoy. Como me sucede en estos casos, pues eleve mi pregunta al cielo.
Mi mente regreso a 29 años atrás y, desde allí, recordar.
En medio de esto se me regalo una imagen.
El tiempo no existe y recuerdo como ayer el momento de mi primera conversión. Sin méritos propios entregué lo que poseía a Aquel que tenia sed de mi. Claramente lo recibió en sus manos, pero yo seguía creyendo, hasta hoy, que era mío. Durante décadas Él se dedicó a darle forma, a romperlo, cincelarlo, abonarlo, transfigurarlo, templarlo, ablandarlo, a elevarlo al cielo y sumergirlo en las profundidades y, llegado un momento, me desentendi de el. Estaba en buenas manos. Por eso me extraño que esta reflexión llegase en este tiempo a mí.
Pero llego y quise una respuesta. Pedid y se os dará, dicen.
La imagen de mi corazón, ya no solo en sus manos sino desapareciendo en SUS llagas y, así, introduciéndose en Él, no se me olvidará jamas.

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